Críticas
Estreno en cines
Crítica de "El año nuevo que nunca llegó", película del rumano Bogdan Mureşanu
Esta multigalardonada ópera prima -ganadora de la competencia oficial Orizzonti y del premio FIPRESCI de la crítica internacional en la Mostra de Venecia 2024- narra varias historias cortas ligadas a la vida durante el régimen de Nicolae Ceauşescu.
El año nuevo que nunca llegó (The New Year That Never Came, Rumania, Serbia/2024). Dirección y guion: Bogdan Mureşanu. Elenco: Adrian Văncică, Iulian Postelnicu, Emilia Dobrin, Nicoleta Hâncu, Andrei Miercure y Mihai Calin. Fotografía: Boroka Biro y Tudor Platon. Edición: Vanja Kovacevic y Mircea Lacatus. Vestuario: Dana Anghel. Sonido: Sebastian Zsemlye. Duración: 138 minutos. Distribuidora: Zeta Films. Calificación: Sólo apta para mayores de 13 años. Salas (primera semana): 8 (Multiplex Belgrano, Cinépolis Recoleta, Atlas Patio Bullrich, Lorca, Cine Arte Cacodelphia, Cinema Rosso (Luján), Cines Del Centro Rosario y América Santa Fe).
En 2018, el realizador rumano Bogdan Mureşanu dirigió el cortometraje The Christmas Gift (2018), en el que un padre descubría que su hijo pequeño había enviado una carta a Papá Noel en la que pedía “la muerte del tío Nick” como regalo para el padre. El “tío Nick”, vale aclararlo, era el apodo con que el país se refería al todopoderoso dictador Nicolae Ceauşescu. En su debut en el largometraje, el director acompaña esta historia con otros relatos que transcurren a lo largo de las 24 horas del 20 de diciembre de 1989, día en que comenzó a rebalsar el vaso que terminaría con la destitución y posterior ejecución de Ceauşescu.
Como si fuera un paciente psiquiátrico que revisita constantemente su trauma para encontrar algún rastro de verdad, el cine rumano de proyección internacional (El año nuevo que nunca llegó ganó la sección Orizzonti del Festival de Venecia del año pasado) vuelve una y otra vez a aquellas jornadas aciagas que marcaron un antes y un después en la historia del país.
Al igual que Bucarest 12:08, de Corneliu Porumboiu, la película de Mureşanu lo hace con un tono en el que el drama de la situación sociopolítica, el aire opresivo que se respira en las calles y la tensión de un ambiente caldeado es amenizado mediante pasos de comedia absurda o negra. Porque, ¿qué otra cosa que un gran enredo tragicómico es un padre yendo durante la noche a mojar los sobres al correo para que la carta no llegue a las manos incorrectas?
Mureşanu tiene un manejo notable del tiempo y el espacio para narrar un conjunto de historias mínimas de personas de a pie, civiles sin mucha incidencia en el curso de la Historia que, sin embargo, son hijos indisociables de su tiempo. Aquí hay una actriz de teatro que debe reemplazar a la protagonista, que se fugó del país, del spot navideño de Ceauşescu y el equipo técnico del canal estatal a cargo de resolver el problema; una señora mayor que adhirió al partido y ahora debe mudarse a un pequeño departamento; y un chico que intenta huir a un país limítrofe, además del mencionado padre con su hijo pequeño y la carta maldita.
A lo largo de sus dos horas y cuarto, Mureşanu -apoyándose en una impecable recreación de época- expone las contradicciones íntimas, los miedos colectivos, la incertidumbre generalizada y el férreo control estatal sobre la vida privada de aquellos años, a la vez que captura con precisión la diversidad de respuestas ante el régimen, desde la resignación hasta la solapada resistencia. De allí, entonces, que lo que hagan o dejen de hacer los protagonistas de este relato polifónico puede sellar sus destinos. Lo que ocurrió después, tal como ilustran unas últimas escenas que se enraízan a la perfección con el resto de la película, es historia conocida.
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