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Crítica de “Pee-wee Herman: Detrás del personaje” (“Pee-wee as Himself”), documental de Matt Wolf (Max)
Estrenado en el Festival de Sundance 2025 y premiado en los recientes Gotham TV Awards, este retrato en dos partes sobre el actor Paul Reubens (1952-2023) resulta fascinante, emotivo y desgarrador a la vez.
Pee-wee Herman: Detrás del personaje (Pee-wee as Himself, Estados Unidos/2025). Dirección: Matt Wolf. Fotografía: David Paul Jacobson. Edición: Damian Rodriguez. Música: Jon Brion y Michael Penn. Duración: 202 minutos (en dos partes). Disponible en Max.
Cuando Paul Reubens murió el 30 de julio de 2023, a los 70, llevaba 6 años luchando contra un cáncer y le había concedido 40 horas de entrevistas al californiano Matt Wolf, pero así y todo nunca le contó de sus problemas de salud al director de documentales como Teenage, Recorder: The Marion Stokes Project y Spaceship Earth.
Es que de alguna manera Reubens pasó buena parte de su vida ocultando o directamente negando su vida íntima (sobre todo su homosexualidad) para que fuese su álter ego Pee-wee Herman, un personaje cómico con algo de Buster Keaton, Charles Chaplin y Jacques Tati, quien se convirtiera en una celebridad pública con una audiencia que iba de niños hasta ancianos.
Convertido en un astro mediático en la década de 1980 (hizo desde shows de medianoche en teatros cada vez más grandes para un público adulto hasta un programa televisivo infantil los sábados por la mañana, pasando por elogiadas películas como La gran aventura de Pee-Wee, ópera prima de Tim Burton), Reubens parecía tenerlo todo gracias a su creación cómica que combinaba torpeza, inocencia y un gran corazón, y ese ascenso es la base de la primera de las dos partes de este documental.
Sin embargo, la segunda entrega se concentra ya no solo en su carrera artística a partir de los '90 (que tuvo ya menos altos y muchos más bajos) sino sobre todo en los escándalos y conflictos judiciales que lo convirtieron en víctima preferida de la prensa más sensacionalista: una denuncia de exposición pública en un cine para adultos y la acusación de poseer pornografía infantil dentro de una impresionante colección de artes erótico fueron los principales motivos de su decadencia.
Más allá del muy buen material de archivo (el propio Reubens tenía más de 1.000 horas de video y decenas de miles de imágenes acumuladas) y de los testimonios que aportan amigos, agentes y colaboradores como Lynne Marie Stewart, Cassandra Peterson, John Moody, Richard Gilbert Abramson, Abby Rubenfeld, Gary Panter, Natasha Lyonne, Laurence Fishburne, Tim Burton y Debi Mazar, lo más impactante del retrato son las propias palabras del protagonista que primero intenta victimizarse, luego manipular al director (se notan las tensiones y las diferencias de criterios) y finalmente termina admitiendo miserias personales que lo llevaron a ser por momentos una persona demasiado egocéntrica y controladora hasta lo despótico, y luego depresiva y con aspectos autodestructivos.
Pee-wee Herman: Detrás del personaje es no solo un retrato visceral y descarnado (al punto que durante un tiempo el propio Reubens se alejó de la producción y se negó a graba la entrevista final, aunque en los créditos figura como uno de los productores ejecutivos junto a, por ejemplo, los hermanos Benny y Josh Safdie), sino también una mirada honesta, despiadada y sin concesiones al cinismo, la hipocresía y la falta de humanismo tanto de la fauna de Hollywood como de la prensa amarillista.
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