Críticas

Reestreno en salas argentinas

Crítica de "Amores perros", película de Alejandro González Iñárritu que vuelve a los cines a 25 años de su estreno original

-Estrenada originalmente en la Argentina el 19 de octubre del 2000, la ópera prima del mexicano Alejandro González Iñárritu -ganadora de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes y nominada al Oscar- vuelve un cuarto de siglo después a la pantalla grande en copias remasterizadas en 4K.
-Disponible en MUBI desde el viernes 24 de octubre.

Estreno 02/10/2025
Publicada el 29/09/2025

Amores perros (México/2000). Dirección: Alejandro González Iñárritu. Elenco: Emilio Echevarría, Gael García Bernal, Vanessa Bauche, Jorge Salinas, Goya Toledo y Alvaro Guerrero. Guión: Guillermo Arriaga. Fotografía: Rodrigo Prieto. Música: Gustavo Santaolalla. Edición: Alejandro González Iñárritu, Luis Carballar y Fernando Pérez. Distribuidoras: MACO Cine y MUBI. Duración: 153 minutos. Apta para mayores de 18 años. Salas (reestreno, en primera semana): Cinépolis Recoleta, Showcase Belgrano, Atlas Caballito, Atlas Patio Bullrich, Multiplex Belgrano, Lorca, Showcase Norcenter y Cinema San Martín (La Plata). -Disponible en MUBI desde el viernes 24 de octubre.

(Esta crítica se publicó el 19 de octubre de 2000 en el diario La Nación con motivo del estreno original en cines argentinos)

La película arranca con una desgarradora escena que remite directamente al inicio de Perros de la calle, la gramática toda del film se emparienta con las estructuras narrativas de Quentin Tarantino, la apuesta visual se asemeja a los imponentes trabajos del gran fotógrafo australiano Christopher Doyle para Wong Kar-wai, la densidad y sordidez de las historias recuerdan por momentos a su compatriota Arturo Ripstein... y así podría seguir encontrándose referencia tras referencia. Como buen cinéfilo joven, el director Alejandro González Iñárritu bebe de múltiples fuentes, pero consigue una opera prima personal, creíble, moderna y emotiva, que a la vez es profundamente mexicana, latinoamericana y tercermundista.

Ganadora de la Semana de la Crítica en el último Festival de Cannes, fenómeno masivo en cuanto país se exhibió, Amores perros está lejos de ser una película concesiva, demagógica o sostenida exclusivamente por una campaña de marketing. 

Con este ambicioso y quizás algo extendido (supera las dos horas y media) compendio de viñetas sobre madres adolescentes, apostadores clandestinos, asaltantes desesperados, asesinos a sueldo, reducidores de autos, cirujas, policías y empresarios corruptos, padres que buscan hijas, periodistas sensacionalistas, modelos en desgracia, ex guerrilleros y otros múltiples personajes, Iñárritu construye un impiadoso retrato sobre el estado de las cosas en una sociedad dominada por las mafias, las traiciones cruzadas y la sinrazón de la violencia.

A partir de una mirada documentalista (casi antropológica), Amores perros resulta una descripción de la acción de las rapiñas humanas que se alimentan de los despojos ajenos, una escoria social que sobrevive en medio de la miseria económica, mientras que las otras miserias (las morales) cortan transversalmente todas las capas sociales.

Relato coral sobre el azar y la imposibilidad latinoamericana, sobre una realidad que duele y golpea, este potente film mexicano se mete con la promiscuidad y el adulterio, con el alcoholismo y los trabajos-basura, con el sexo casual y la doble moral, con la impunidad y la muerte que espera a cualquiera a la vuelta de la esquina, con el machismo que deriva en maltrato a la mujer, con el culto por la imagen y los abusos del periodismo sensacionalista.

Iñárritu cambia de registros con una naturalidad asombrosa: va de la tensión exasperante al lirismo, sin demasiadas escalas intermedias, y encuentra hasta en los momentos de mayor sordidez o sentimentalismo cierto bienvenido recato.

Si bien las múltiples historias se entrecruzan y chocan -literalmente- en un impresionante accidente automovilístico, el film tiene tres episodios bien definidos. El primero, al estilo de la argentina Pizza, birra, faso y con reminiscencias de Marginados, el debut de Gus van Sant, se centra en la relación entre dos hermanos de clase baja que se disputan el amor de una adolescente, mientras sobreviven gracias a ilegales peleas de perros o asaltos.

El segundo capítulo (la relación entre un periodista que abandona a su familia por una bella modelo a la que el mundo se le viene abajo) es una incisiva mirada hacia el patetismo de la burguesía, con un dejo del humor absurdo de Luis Buñuel, cierto costado enfermizo y perverso a lo Crash y un crescendo de desesperación psicológica que recuerda a La conversación, de Francis Ford Coppola.

Finalmente, la tercera historia tiene como eje a un ex guerrillero comunista, gastado después de veinte años de cárcel ("un fantasma que sigue vivo", según se autodefine) que se ha convertido en un asesino a sueldo mientras busca obsesivamente a la hija que abandonó cuando se propuso cambiar el mundo.

Más allá de algún exceso sensiblero o de cierto regodeo visual, Iñárritu demuestra una encomiable audacia formal, sostenida por una solidez y un aplomo inéditos en un realizador debutante, a la hora de aplicar cada uno de los elementos aparentemente laterales (desde la permanente inclusión de los perros hasta el uso del slang mexicano que domina el lenguaje callejero), siempre con fines dramáticos.

Amores perros es una de esas películas que ganan con cada nueva visión a partir de una prodigiosa articulación de muy distintos estilos y ritmos narrativos, una impecable utilización de herramientas, como la cámara en mano, el montaje paralelo o el fuera de campo, una contundente banda sonora y un elenco casi sin fisuras. Una película sorprendente en más de un sentido, que marca un posible camino, un modelo artístico y comercial para el nuevo cine latinoamericano.

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